He aquí una serie de consejos de cosas a evitar para cuidar tus oídos y por lo tanto no perder audición:
No te expongas a fuentes de sonido con niveles de decibelios muy elevados. Por ejemplo, evita dentro de lo posible asistir a conciertos de música o a discotecas en los que el volumen sobrepase los límites de lo permitido. Y, en caso de hacerlo, al menos colócate lo más lejos posible de las fuentes de sonido, es decir, los altavoces.
No te toques los oídos con las manos sucias, siempre debes lavarte las manos antes de manipularlos o de entrar en contacto con ellos. Cualquier sustancia, por pequeña que sea, podría resultar muy nociva para tu salud auditiva. Y las consecuencias podrían ser graves e irreversibles, salvo que se ponga remedio con una solución simple y previa.
No introduzcas los tapones para oídos demasiado dentro de tu cavidad auditiva, si lo haces podrías crear infecciones y molestias. Siempre que te los coloques, deben adoptar una forma natural y, en ningún caso, resultar molestos.
No vayas con los oídos mojados. Es vital que te seques siempre los oídos para prevenir infecciones. De modo que pon en práctica este consejo, sobre todo después de ducharte. Puedes utilizar una toalla o una gasa limpia y seca para realizar esta acción.
No apliques remedios caseros en tus oídos, como gotas o ungüentos. Todo aquello que utilices debe contar con la aprobación médica y previa de un experto con el fin de evitar efectos secundarios.
No utilices bastoncillos de algodón en el interior del oído. Los expertos no recomiendan su uso, ni para la limpieza de los oídos, ya que podrían dañar la membrana interior del tímpano. De modo que aleja este pequeño objeto de tus oídos.
No introduzcas objetos extraños en el canal auditivo. Todo lo que rodea a los oídos es tan sensible que cualquier agente externo podría provocar un daño grave e irreversible.
No te sumerjas en aguas sucias, peligrosas ni contaminadas. En caso de hacerlo, no solo te arriesgas a poner en riesgo la salud de tus oídos, sino también la de tus ojos y la de tus vías respiratorias. Y, si lo haces (algo que no se recomienda en absoluto pero que quizá tu trabajo de riesgo te lo exija), hazlo siempre con la protección adecuada.
No programes tus auriculares a un volumen demasiado alto. Lo ideal es que no superen el 60% de su volumen total y que siempre puedas escuchar las conversaciones y/o sonidos que haya a tu alrededor. Hay algunos dispositivos (ya sean los reproductores de música o los propios auriculares) que incluyen esta función.
No te automediques bajo ningún concepto. Todo lo que hagas debe haberlo autorizado previamente un especialista en salud auditiva. De modo que mantente al margen de tu curiosidad o de cualquier recomendación que te haya dado un amigo y acude a un médico antes de hacer las cosas por tu cuenta. Solo así estarás seguro de tus acciones y evitarás males mayores.
No te saques los tapones de cerumen tú solo, siempre debe hacerlo un experto. De modo que acude a tu médico especialista para que proceda a destaponar y retirar el cerumen de una manera segura.
No te expongas a ruidos chirriantes. Aléjate todo lo que puedas de los sonidos estridentes, como puedan ser los que procedan de las obras de albañilería o del tráfico de diferentes medios de transporte: desde coches y camiones, hasta aviones y helicópteros.
No sobrepases los 110 decibelios, ya que alcanzar o superar este volumen de sonido puede provocar la pérdida de audición. Hay otros niveles inferiores a los que no deberías exponerte durante periodos de tiempo prolongados. Lo ideal es no superar los 75 decibelios de sonido en ninguna de las actividades que realices en tu día a día y, en un caso óptimo, no alcanzar los 50.
No duermas con sonido de ambiente. El silencio es un gran aliado a la hora de descansar, pero también a la hora de darle una tregua a tus oídos. De modo que, para velar por tu salud auditiva, aísla tu dormitorio en la medida de lo posible.
No programes tu despertador a un volumen muy elevado. Y no lo decimos solo por evitar un susto a primera hora de la mañana, sino para que tus oídos no sufran. Lo ideal es que la alarma comience a un nivel de decibelios bajo y que vaya aumentando de manera progresiva.